CRESTA, 1983

Aldo Galli

Galería Federico Urzomarzo

Catálogo de exposición

Buenos Aires

Con excepción de un trabajo que es de 1975, las obras que integran esta expo­sición de Norberto Cresta fueron realizadas a partir de 1979. Esto indica que son el resultado de su experiencia precedente, que no es poca, a juzgar por los resultados, que son en definitiva los que importan. 

Sin embargo, no es ocioso agregar que su fantasía plástica posee ya más de tres abundantes décadas oficialmente y que si no tuvimos demasiadas oportuni­dades de conocer antes su obra no fue porque estuviese inactivo, sino porque estuvo en el extranjero, como podrá comprobar quien lea su bien dotado cu­rriculum. En él se observa que en 1949 había completado ya su paso por la Academia de Bellas Artes de Córdoba este pintor argentino oriundo de Santa Fé, que recorrió con su obra principalísimos centros de exposición y de inves­tigación de Europa y de América. Pintor, escultor, ceramista, todo indica que está muy lejos de ser un improvisado. Y quienes observen con atención su obra actual comprenderán mejor la dirección de su constante, el sentido de una afirmación que excluye toda vehemencia, como si se tratase de una ele­vada lección. Vayamos ahora al análisis de esa obra, en un intento de apro­ximación. 

Así como la música es esencialmente sonido, la pintura es esencialmente color. Y esta, que parece ser una de esas verdades que le hubieran gustado al celebé­rrimo. Pero Grullo, es la primera razón, la inolvidable causa de un pintor con­centrado como Cresta. Por eso acaso, es la suya una pintura que no comete indiscreciones sentimentales, porque está hecha de pensamiento y de un rigor intelectual necesario. Por eso mismo, podrá ser dialéctica en gran medida; pero nunca es pedantesca. La pureza de su realización es un elemento más que coadyuva a definir el valor metodológico de su pensamiento. De ahí la seguridad de su trazo, disimulado discretamente tras la franca representa­ción de un plano, de una zona o de una franja de color; de ahí también cier­ta rara falta de espectacularidad, sustentada por un deseo de claridad, de me­sura y de objetivas certezas planteadas con lucidez. La aparente sencillez de sus composiciones no es ingenua y preconsciente, sino por lo contrario, re­sultado de un esfuerzo artístico superior. Algunos de los problemas de percepción que nos plantea y que pueden ser vinculados al pop art (mejor sería decir tangentes al op art) son en rigor el resultado de severos análisis, por la encrucijada de cuyos intereses pasa la experiencia del arte concreto. Por eso la simetría de sus obras, su frecuente axialidad, espejo de una aventura in­telectual que supone hondas meditaciones y que la geometría manifiesta de una manera conclusiva. Es en el fondo la afirmación de un lenguaje evolu­cionado y complejo, investido de un significado estructural que impone la razón como mejor metro del ser. Y esto es así en parte porque el hombre de hoy capta y percibe de un modo diferente, ha reorganizado sus hábitos visuales. El espectador moderno no percibe cosas aisladas, sino su estruc­tura, su orden, su conexión. Y esto es lo que destaca a Cresta, dueño de una proporcionada relación entre sus fines y sus medios; capaz de crear una es­tructura espacial dotada de atributos cromáticos que se imponen por su per­fección. Todo en su obra es el resultado de un deseo de referirse directamen­te a los sentidos, sin acercarse a lo convencional y a lo anecdótico. Hay un ideal de equilibrio estético al que tiende, que es su propia poética, dialécti­camente tan conmovedora como una falta, a la que tiene derecho todo for­malismo, por más formalismo que sea, pero que, sin embargo, Cresta no se permite.

El tamaño de pantalla de tu dispositivo es muy pequeño para visualizar este sitio correctamente.

La resolución mínima recomendada es de 320px de ancho.

Disculpá las molestias.