El pintor argentino Norberto Cresta, siendo aún joven, ya ha logrado desbordar el plano local de Córdoba y Santa Fé hasta las galerías de Buenos Aires con su obra; y, últimamente, comenzó a exponer en Brasil, superando así la agenda nacional para llegar al área internacional, mientras que, por ejemplo, algunas de sus obras forman parte de la exposición ¨40 años de arte argentino¨ en el Museo do Arte Moderno de Río, otros lienzos inauguran en la galería Folha el nuevo calendario ´61.

Maestro y artista, Norberto Cresta presenta cuadros de especial interés por las siguientes características: su arte es sólo aparentemente abstracto, ya que parte, en sus constantes metamorfosis, de objetividades ecológicas muy argentinas; viene de la tierra a través de la sustancia, el color, la materia y la esencia. Es un arte anti-gráfico por excelencia, es decir, sin dicción de ideogramas, sin léxicos prosódicos y sin sintaxis retórica de temas detallados. Es un arte categóricamente plástico, denso y cromático. Desde la preparación del lienzo, como si estuviese esmaltado. De las raras imágenes circulares o amorfas, que vibran en esta atmósfera anterior. Sea un sol, sea una ola, sea un mineral.

La forma vaga o precisa, redonda u ortostática, roja y turgente, con su impregnación de plasma y magma. Y, como es necesario, la presencia real de una ola verde procedente de un océano que siempre se ha reiniciado. Como un collage de materia inusual, con incrustaciones de cuarzo o granito.

Creemos que Norberto Cresta ya incursionó en cerámica. Pues la materia y la forma alcanzan en él preocupaciones que aborrecen la textura, el detalle, pero que aman la densidad y el movimiento. Colores opacos, absolutos, esos colores de De Stael. Formas ciclópeas, cósmicas, espaciales, esas formas de Aluísio Carvão, alrededor de emblemas como el sol. Ese sol de Delaunay.

Por tanto, estamos ante un gran artista. Grande y serio. Maestro total de su arte, cuya mejor característica es la exaltación cromática.